La nube flotaba sobre su cabeza…
No era una nube grande, o muy oscura, o muy densa….
Pero él, que la conocía bien,
Podía percibirla ahí,
Como una suave aureola…
Un malestar incierto,
Un fastidio inquieto…
Una desazón que se iba transformando lentamente en melancolía….
.
El verano estaba acabando….
.
Durante todo el mes el cielo había sido azul..
Más azul que en casa…
El sol había brillado con fuerza,
Más cálido que en casa….
La menta, la salvia y el tomillo habían invadido el aire,
Con más fuerza que en casa…
.
No despreciaba su montaña,
Pero el mar…
Ah!, El mar…
Los había recibido de nuevo,
Sin reprocharles su larga ausencia…
Había abrazado sus cuerpos,
Había acunado sus sueños,
Sus días y sus noches,
Sus palabras y sus silencios…
.
Y ahora, todo aquello se iba alejando..
El agua, la arena, el sol, el sudor gozoso…
Pronto no serían más que tenues recuerdos,
Una nostalgia enterrada,
Silenciada tras nuevas rutinas y viejos hábitos…
Por eso ahora formaban la nube…
Era su forma de lamentarse,
De rebelarse ante sus últimos días de existencia…
.
Pero todo pasa….
Y la nube , y ella, y él, lo sabían…
Y él la ayudaba a destrabarse con delicadeza,
Y ella sentía el vacío tras la melancolía…
.
Y, por fín, un día,
La primera tormenta llegó….
Escucharon el trueno, retumbando desde la montaña…
Corrieron bajo la lluvia, sintiendo correr el agua en su piel,
En su pelo y entre sus manos enlazadas…
Les asustó el relámpago, que encendió sus miradas…
Y se dejaron agitar por el viento
Como los blancos álamos que les rodeaban…
.
Y de pronto el sol brilló
Y la lluvia casi cesó
Y un arcoíris cruzó el cielo sobre sus cabezas…
Y ella le miró
Y él le devolvió la mirada…
Y sin palabras comprendieron que ya había sitio para nuevos recuerdos,
Para nuevas rutinas,
Para nuevos hábitos…