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Dos lágrimas grandes y calientes volaron hacia el cuento que Carla tenía en su regazo. Ya se asomaban otras dos cuando, de pronto, algo las hizo detenerse asombradas…
-¡Poof!
Carla se quedó quieta y frotó su nariz un poquito roja…
Con cuidado, apartó el cuento mojado y miró alrededor… ¡Qué ruido más raro!
-¡Splash!
Esta vez sonó como cuando ella se sacudía el agua del pelo en verano…
-¡Splash, splash!
¡El ruido venía de debajo de la cama! Dio un pequeño saltito, se agachó, levantó un poquito la colcha y,…¡Allí estaba! Al principio sólo vió una lucecita brillante y titilante, un poco color de plata, un poco color de oro… Pero, de pronto, cuando sus ojos se acostumbraron, la reconoció…
-“”¡¡¡Cru-Cru!!! ¡¡¡Has vuelto!!! Pero ¿qué haces aquí? ¿Y por qué estás tan mojada??? ¿Y…?”
Sí… Era Cru-Cru, que la miraba desde el suelo oscuro, rodeada de un charquito de agua fría, temblándose en silencio… Ahora volvía a ser una ranita blandita y pequeñita, y se supone que las ranitas de peluche no pueden hablar!
-“¡Mamá, mamá…! ¡He encontrado a Cru-Cru! ¡Cru-Cru ha vuelto!”
María apareció en la habitación y rápidamente, como todas las mamás, hizo lo que tenía que hacer… Cogió a Cru-Cru, la envolvió en una toallita, la frotó un poquito, la acarició otro poquito…
-“¡Pobre Cru-Cru!”- dijo con voz suave mientras Carla miraba a su lado- “Está mojadita y fría… Y mira… Tiene una estrellita de oro y plata en la barriguita…¿Se la has dibujado tú?”
Carla negó moviendo lentamente su cabeza a derecha y a izquierda… Le parecía un poquito raro, pero ¡estaba tan feliz de tener a la ranita otra vez con ella!
-“¿Puedo cogerla ya?”
-“No, aún no… Vamos a hacer una cosa… Te metes a la cama otra vez… Yo te tapo bien… Y dejo a Cru Cru envuelta en la toallita aquí, en la mesilla, a tu lado, para que descanséis juntitas…Y el cuento lo dejamos aquí… Con cuidado, cariño, que está mojado y se puede romper… Te dejo la persiana levantada, para que te entre un poquito de luz de las estrellas y no tengáis miedo…”
Y así dispuso todo en el lugar exacto, dio un besito tierno de buenas noches a Carla, arrascó con dulzura a Cru-Cru, apagó la luz y cerró con cuidado la puerta.
Carla se volvió hacia la mesilla y miró con ojos brillantes a su amiguita. Suspiró…Un suspiro largo, profundo, feliz…
-“¡¡¡Estoy TAN TAN contenta de que hayas vuelto Cru-Cru!!! ¡¡¡Mi ranita verde y azul!!! “
¡Verde y azul! Cru-Cru, que estaba calentita y dichosa, de pronto dio un respingo. ¡Verde y azul! ¡¿Así que ya no era una ranita ArcoIris?! Carla, con los ojos entrecerrado, suspiró otra vez…
-“ Te quiero mucho Cru-Cru, mucho… ¿Sabes? Tenía miedo de que no volvieras… Pensaba que te habías aburrido de mí … Como soy pequeña… Y a veces me enfado… Pero mamá me dijo que no… Que los amigos de verdad siempre están… Que lo que importa es el corazón… “
…Y se quedó dormida, con una sonrisa bailando en sus labios.
Cru-Cru, despacito, estiró una de sus patitas… Pues sí… Por delante y por detrás… Era verde y azul… Como antes… Como siempre… Entonces… Entonces…
En aquel momento, un rayo de chispas de luz flotó entre sus dedos, danzó y retozó, e iluminó la última página del cuento…
… Allí estaba dibujada la Ladera Roja; y el Pino Solitario, todo verde; y una nube blanca, esponjosa, de algodón, flotando sobre él… Y de ella salía un hermoso ArcoIris que cruzaba de parte a parte el cielo azul oscuro… Y a los pies del Pino había una Cueva… Y justo fuera estaban la mariquita Catalina, y el conejo violeta, y el petirrojo, y los jilgueros… Todos felices, mirando al cielo… Bueno, Chiribita estaba quitándose con disimulo una lagrimita, y a su lado, negro y deslumbrante, Paco, el valiente Paco, con su sonrisa burlona y sus ojos brillantes…
Cru-Cru sonrió… Sonrió, saludó a sus amigos, y notó cómo su cuerpo y su corazón se hacían más grandes y ligeros al mismo tiempo…
Se estiró con gusto, miró a las estrellas que chispeaban tras los cristales, y de un salto se acurrucó junto a la cabecita tranquila de Carla.
¡Había descubierto el secreto de la verdadera amistad…! ¡Su gran aventura no había hecho más que empezar!
FIN
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🙂